Anda dando tumbos en medio de la oscuridad, con la sonrisa invertida.
Agarra su cabello con ansiedad, culpándose por todo.
Un taconeo que retumba por toda la calle de
desgastados adoquines y melanólicos charcos.
Se agarra a las puntiagudas esquinas para evitar caer y
acaba por los suelos, dolorida por las aristas que la atraviesan.
Tantas heridas que no cicatrizan, acabarán por llegar
hasta sus huesos.
Se tira sobre su cama. Sus oídos se inundan de música;
abraza su almohada. Finalmente cae rendida, con los ojos encharcados,
madrugada tras madrugada.
Quién sabe lo que le deparará el mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario